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Ciencia y revelación (3)
Desde la primera línea, la Palabra de Dios revela lo que los científicos buscan incansablemente sin poder alcanzarlo: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).
La Biblia ofrece ciertas pistas precisas en el ámbito de las investigaciones científicas, pero su objetivo no es alimentar nuestra inteligencia. Dios desea primeramente dirigirse a la conciencia y al corazón de cada ser humano, mostrarle cuál es su estado moral, sus necesidades, y darle a conocer a la vez el Creador y el Salvador.
Escuchar y creer la Palabra de Dios no es simplemente un conocimiento intelectual; es recibir lo que él dice. Creer no es sólo entrar en un ámbito de conocimiento nuevo, sino mantener una relación viva.
¡Qué felicidad tomar ante Dios el lugar de un niño, de los que escuchan su palabra y la reciben con fe y humildad! Nosotros la recibimos “no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios”, que “permanece para siempre” (1 Tesalonicenses 2:13; 1 Pedro 1:25). Nos da a conocer a Jesús, el Hijo de Dios, y nos enseña cómo debemos conducirnos para honrar a Jesucristo mientras esperamos su regreso.
“Unidos en amor, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:2-3).
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