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Dios está esperando
Nuestro tiempo es aquel en el que Dios parece haberse retirado de la escena. Sin embargo no es el tiempo de su ausencia, sino el de su paciencia. El hombre se cree autosuficiente, pero tristemente se encuentra solo y huérfano. Dios habló y aún hace proclamar el Evangelio. Ahora está esperando, antes de ejercer el juicio. ¡Es el momento en que nosotros debemos actuar! Dios no nos obliga. Su silencio es un silencio de paciencia, lleno de amor, como el de un padre que espera a su hijo que se fue de la casa (Lucas 15:11-32). ¿Cuál será nuestra respuesta?
Dios no empleó la fuerza para revelarse, pues él no se impone. Estemos atentos: la voz y el llamado de Dios son opuestos al «ruido» del mundo que nos agrede. Tomemos la buena decisión y así experimentaremos que “lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Corintios 1:25). Dios puede borrar de nuestros corazones la indiferencia, el orgullo, la maldad, y llenarnos de amor, paz, humildad y bondad. Sólo Dios puede darnos a conocer lo que es realmente la vida, una vida rica en relaciones profundas y afectuosas, pero sobre todo una vida de fe, de confianza en su amor que nunca deja de ser.
La relación del creyente con su Dios está marcada por la bondad, el amor y la libertad, como también por la santidad. Su fe es una respuesta libre al llamado de Dios. No es un salto al vacío, sino una apertura a la revelación que Dios hace de sí mismo. Es un encuentro, un diálogo, una comunión vivida en la confianza. ¡Esto es lo que Dios está esperando!
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