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La excelencia de Jesucristo (3) - La tentación
La voz de Dios acababa de hacerse oír con respecto a Jesús: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Lucas 3:22). Entonces, ¿por qué Jesús tuvo que ser sometido a la tentación, sin alimentos, durante cuarenta días en un desierto? Porque antes de empezar su obra en medio de los hombres, tenía que poner en evidencia su perfección ante las tentaciones de Satanás. Ahí donde el primer hombre sucumbió por su desobediencia, Jesús, Hombre perfecto ante Dios y en medio de los hombres, triunfó por su obediencia.
Jesús no cedió ni a los ataques directos del diablo, ni a sus insinuaciones disfrazadas: «Tienes hambre, todo está a tu disposición; puedes hacer valer tu poder divino, incluso sin desobedecer a Dios». Así son los astutos consejos del maligno, en los que caemos demasiado a menudo. Pero Jesús, dependiente y sumiso a su Padre, demostró su perfecta sabiduría oponiendo la Palabra de Dios a las tentaciones del enemigo. Tres veces replicó: “Escrito está” o “Dicho está” (Lucas 4:4, 8, 12). Con humildad, como Hijo del Hombre, utilizó esta arma poderosa de la Palabra para que su enemigo estuviese obligado a huir.
Cuando su perfección quedó plenamente manifestada, Jesús emprendió su ministerio público en favor de los hombres.
(Continuará).
Ezequiel 17 - Hechos 23:12-35 - Salmo 35:15-21 - Proverbios 12:1-2
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