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Dios respondió a mis preguntas
«Crecí en un hogar donde no había ninguna educación religiosa. El divorcio de mis padres me desestabilizó. Una separación así es muy difícil para un niño de 7 años...
Me encerré en mí mismo, y aunque aparentaba ser un joven seguro de sí mismo, no dejaba de buscar aquello que pudiera llenar ese gran vacío que había en mi corazón.
Alrededor de los 11 años empecé a fumar, a los 14 empecé a consumir drogas suaves y a beber alcohol... Luego viví una vida sucia, volcada hacia el ocultismo y el yoga.
Pero a la edad de 19 años escuché hablar, por primera vez, del amor de Jesucristo, gracias a un tío que me ofreció una Biblia. Al leer el evangelio de Mateo, ¡qué sorpresa cuando descubrí que, a medida que leía, Dios respondía las preguntas que yo me hacía!
Un día fui consciente de mi impureza y lloré por toda mi miseria... Entonces pedí perdón a Dios por lo que era, por las blasfemias que había pronunciado a menudo, por mi pecaminosa manera de vivir y por mi vida sin sentido. ¡Qué recuerdo inolvidable! Sentí intensamente el perdón y el consuelo de Dios. Jesús pasó a ser mi Salvador; su sangre derramada en la cruz lavó todas mis impurezas.
Esta experiencia transformó mi vida, pues en Jesucristo hallé un amigo para todos los días, tanto para los buenos como para los malos. Al instante me liberó del tabaco, la droga y el alcohol. Ahora me fortalece y me ayuda tanto en los días alegres como en los difíciles de mi vida».
Albert
2 Samuel 1 - Mateo 24:1-28 - Salmo 20:1-5 - Proverbios 8:1-11
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