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Jesús es mi Salvador
Vino de Dios, se hizo hombre para poder liberarnos del mal. Vino como Hijo del Hombre para que pudiésemos convertirnos en hijos de Dios. Nunca escribió un libro, sin embargo ninguna biblioteca podría contener las obras que se han escrito sobre él. Nunca fundó una escuela, sin embargo todas las universidades reunidas no podrían presumir de haber reunido a tantos alumnos. Nunca dirigió un ejército, ni enroló un soldado, pero innumerables rebeldes dejaron las armas de la revolución y sometieron su voluntad a la Suya, sin que él diese ninguna orden, sino sólo mediante las armas de su amor y de su verdad.
Escondió su gloria divina bajo las vestiduras de un humilde carpintero. Era rico, pero por amor a nosotros vivió en la pobreza a fin de enriquecernos (2 Corintios 8:9).
Grandes hombres de la historia cayeron en el olvido. Sólo Él permanece para siempre. La muerte no pudo destruirlo, ni la tumba retenerlo. Él es el Cristo incomparable, el “Maravilloso” anunciado por los profetas del Antiguo Testamento. En su rostro de hombre brilla la gloria eterna del Padre, el Dios de amor.
En la cruz murió por usted y por mí. Pacientemente, año tras año, lo ha estado buscando por los caminos de la duda por donde usted huía de él y lo ignoraba...
¡Ahora escúchele! ¡No tarde más! Él sufrió la muerte para darle la vida. Hoy desea que usted, arrepentido, acuda a Jesús y lo llame «mi Salvador».
Ezequiel 11 - Hechos 20:1-16 - Salmo 33:16-22 - Proverbios 11:21-22
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