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La lengua (2): fuente de vida
Si nuestras palabras pueden ser devastadoras como un incendio, también pueden ser utilizadas con gozo, como un fuego controlado en un horno que da calor y ánimo. ¿Cómo pueden nuestras palabras hacer bien a los demás?
–Discretas y poco abundantes: “En las muchas palabras no falta pecado” (Proverbios 10:19). ¡Cuidado con las charlatanerías, terreno peligroso!
–Llenas de dulzura: “La blanda respuesta quita la ira” (Proverbios 15:1). Rompe los cerrojos de hierro en los cuales se encierra el alma herida, acusadora, reivindicadora. Todos los que escuchaban a Jesús de Nazaret quedaban sorprendidos por las palabras de gracia que salían de su boca (Lucas 4:22).
–Justas: a veces la palabra que hace bien es una advertencia, un comentario constructivo. ¡Digamos siempre la verdad, no nos refugiemos en un silencio culpable! “El que reprende al hombre, hallará después mayor gracia que el que lisonjea con la lengua” (Proverbios 28:23).
–Apropiadas a la situación: “La palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!” (Proverbios 15:23). La palabra apropiada consuela al afligido, reconforta al desanimado, estimula al indeciso, vuelve a dar confianza al que duda de sí mismo. Es un rayo de sol en un día oscuro.
“Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Colosenses 4:6). ¡Pidámosle a Dios que nos dé tales palabras!
Job 4-5 - Juan 20 - Salmo 119:145-152 - Proverbios 27:3-4
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